¡Sal de mi puré!

Tuesday, October 24, 2006

11- UGLESIOS

El cauce fragoroso del río se adentraba en las profundidades de la selva. Un día de navegación fue suficiente para que el paisaje trocara vastas llanuras por una frondosa y alta vegetación amarronada. Todo en Fanglandia estaba pintado con tintes de marrón. La primorosa Néstor se jactaba de reconocer doce tonos distintos de marrón, pero dado el nombre poco científico que les daba (marrón, marrón clarito, marrón clarititito, marrón marrón, marroncito, marrón oscuro, marrón que es más claro que el marrón oscuro pero más oscuro que el marrón marrón, etc.) nadie le creía demasiado.
El río formaba ahora varios meandros, y la embarcación se movía a nado de piraña. El silencio abrumador sólo se rompió con una observación de la poetisa Néstor:

Existen loros parlantes que dicen cosas curiosas
También hay parlantes que amplifican punteos en cuerdas brillosas
A veces suenan bien, otras son dudosas
Expresiones de deseo o más bien
Manifestaciones de escaso aseo en los oídos ¿musicales? de ciertos chavales

Todos se sentían reconfortados cuando la deliciosa Néstor se expresaba de esta manera. Que de su boca partieran frases tan disímiles como “rogaba para salir, un adminículo” y “tengo que ir al biorsi, me cayó mal el guiso” era un misterio que ni siquiera las neuronas hiperconectadas de A. podían develar. Elpuré estaba por alabar sus locuciones cuando un dardo envenenado le rozó el cuello y se clavó en el barco.
- “Todos abajo” bramó, mientras saltaba sobre Néstor para protegerla.
- “¿Y esto, Tapete? preguntó A.
- “Uglesios”, replicó éste con voz sombría. “Son de pequeña estatura pero muy feroces, y por lo que veo están pintados para la guerra”
- “Calma. Ciertos seres se untan ceras para cerciorarse de ser caras con cejas ceñudas, pero a tubérculo certero no hay ser que pruebe ser de acero.” exclamó A.
- “Cierto A., tenemos que llegar al lanzapapas. Si no, estos enanos nos van a acribillar.” gritó Elpuré para hacerse oír sobre el chiflido de los dardos enemigos.
- “De acuerdo, los voy a distraer, estate atento. A ver, Néstor, ¿esa pulsera es de plata?” inquirió A.
- “Si”
- “Bueno, la voy a necesitar. ¿Tapet, puede ser que los dardos uglesios estén embadurnados con néctar de zámbiga? El olor es parecido”
- “De hecho sí, A. No se que vas a hacer pero metele, no vamos a resistir mucho más” aulló Tapete mientras un dardo aterrizaba a escasos centímetros de su pie izquierdo.
En un santiamén A. agujereó la pulsera de Néstor con un dardo, y la arrojó hacia una de las orillas. La explosión no fue gran cosa, pero bastó para que Elpuré se apersonara delante del lanzapapas automático y bañara de papas las dos costas. A., Tapete y Néstor se incorporaron y también comenzaron a repartir patatas, lanzándolas con todas sus fuerzas hacia los marrones pigmeos. Los uglesios debieron replegarse ante el poder de fuego de nuestros amigos. Habían neutralizado el primer ataque. Exultantes, Néstor y Tapete se abrazaron en la proa.
A. fue el primero en advertir el horror: Elpuré yacía inerte en la popa, con un dardo clavado en el muslo.


Uno de los planos que dibujó A. antes de construir el POTATOE I

10- EMBOTADOS

- “Un bote”
- “No, madre, no quiero ir al colegio”
- “Pero que colegio, despertate A., necesito que me ayudes a construir un bote”
- “¿Eh? ¿Qué? ¿Quién… Tapete? ¿Un bote?
Le llevó como dos minutos más a A. comenzar a pensar con claridad. Tapete lo zarandeaba cada cinco segundos, impaciente.
- “¿Me vas a decir para qué querés un bote?
- “Para salvar al mundo de la caries… eh, de Fangal, digo”
- “Pues entonces cuenta conmigo, querido amigo. Nada le gusta más al bravo A. Blandon que poner su intelecto al servicio de la humanidad.”


La frase heroica de A. despertó a Elpuré, a quien el entusiasmo de sus amigos le vino al pelo para evitar los reproches por haberse dormido durante su turno de guardia. Enseguida A. analizó los alrededores y diseñó el plan de acción.
- “El cauce de aquel curso de agua tiene una profundidad de tres metros mínimo. Esos árboles nos pueden proporcionar 2 toneladas de madera porosa, si trabajamos rápido. Y entonces, con un poco de esto… y con un rotor inverso… cámara de desagüe…mmm, sí, por ahí va a andar.” concluyó A. mientras bosquejaba los planos de la embarcación.
Al cabo de un par de días, la nave estaba terminada. La característica saliente era el lanzapapas que A. había instalado en la popa, sobre una cámara llena de tubérculos, de manera tal que la recarga era automática, lo que le permitía lanzar hasta cuatro papas por segundo. Cuando lo botaron en el río, la etérea Néstor pidió la palabra.
- “Eh, loquito’, les escribí un puema, y me gustaría que lo oyeran ahora”
- “¿Un poema?” dijo con sorna Elpuré, “¿Cómo se llama, Hermoso barco, loquito?
- “Eh, eh, no bardié’, de hecho se llama Bizarro tridente, y dice así

Cautiva en el límpido cubículo
encontrábame desde hacía dos lustros
noche tras noche a los astros
rogaba para salir, un adminículo

Las primeras horas de algún día
me despertó a los gritos, desorientado
un sentimental Tapete, recién capturado
juró por su vida que me salvaría

Certero Elpuré, estratego Blandon
salvaronnos de la esmorcia ira
enemigo al que pusieron en la mira
no quedó vivito, ni coleando

Adentrámosnos ahora en oscuras tierras
más no temeré, que Fangal nos respete
junto a Elpuré, A. y Tapete
sobra coraje para cien guerras
.

El bizarro tridente quedó tan anonadado como usted, querido lector, por las palabras de la (¿lírica?) Néstor. De más está decir que no es un poema borgiano, pero bastó para que nuestro tridente se hinchiera de orgullo. Y así, más agrandados que alpargata de gordo, subieron al bote, al que bautizaron “POTATOE I” y se abandonaron a la corriente.

Tuesday, October 10, 2006

9- QUIMERA

Tapete concilió el sueño en inhóspitas tierras, lejos de su terruño. Sus paisajes oníricos copados por la bella Néstor. Tapete salvando a la maja de caer en las fauces de las más terribles bestias jamás imaginadas. En el momento preciso en el que parecía que nuestra bella y dialéctica heroína iba a caer en las fauces de algún… dragón mefistofélico, por decir un ejemplo, aparecía Tapete colgando de una liana, luciendo en todo su esplendor los abdominales trabajados por años, para rescatarla. ¡Qué difícil adentrarnos en las brumosas tierras, en los laberínticos recovecos de la mente de Tapete! Basta decir que soñó millares de cosas, cosas que ni los astros recuerdan en noches de insomnio. En las breves horas que tardó el disco solar en emerger por el horizonte fangoso, Tapete recorrió mil universos, se angustió, comió yogur con copos de maíz, jugó con el tigre Tony, salvó millares de veces la vida de la graciosa Néstor y tejió frazadas para abrigar a todos los desamparados. Pobres de aquellos que dudaban de la integridad y valentía de Tapete, les hubiera bastado observarlo por sólo unos instantes, en sus sueños, más hábil que el Zorro, más sagaz que Asterix. En un pasaje alucinado Néstor le reprochaba, “¿Así que sólo se metieron en este paí’, para conseguir un poco de aspirina? ¿Cuál e’? ¿Entonce’ encuentran las aspirinetas y se mandan a mudar? ¿Se vuelven a sus casas calentitas, con chimenea y que se yo y se olvidan de todos lo’ preso’ de Fangal? No, esto no puede ser loco, esto esta todo mal.” “Esto esta mal de verdad” pensaba Tapete “No puedo dejar que la celebérrima Néstor se angustie, pobrecilla. Además tiene razón, no podemos huir de este país dejando tantos corazones rotos.” Ahí Néstor, que al parecer podía leer los pensamientos de Tapete, se puso a cantar “¿Qué es eso de andar dejando, corazones rotos? ¡Ay mi vida que cosa de locos!” y Elpuré y Blandon se pusieron a bailar. Entonces Tapete en un arranque de lucidez (¿o de desvarío?) dijo “Hasta Fangal no paramos. But where, my god, shall we find him? ¿Dónde, mi dios, lo encontraremos? Où, mon dieu, est-ce qu’on le trouverai?” Entonces una voz bajó de los cielos y le contestó en alemán, lo cual fue terrible, porque Tapete sólo sabia tres idiomas. Su desasosiego iba en aumento, y aunque se fumó dos pipas para encontrar la respuesta, no conseguía dar en la tecla. De pronto se encontró surcando los cielos en una ballena magenta. Hacia abajo sólo veía agua, kilómetros y kilómetros de agua cenagosa. La ballena era resbalosa, y Tapete cayó. La caída era lenta, y aunque sabía que nada bueno lo esperaba allí abajo, Tapete se sentía liviano, fuerte, confiado. Estaba por sumergirse en las aguas cuando despertó.
La claridad era tenue. Nadie lo había despertado para su turno de guardia. Elpuré, A. y Néstor dormían profundamente. Pero Tapete sabía exactamente lo que tenía que hacer.