¡Sal de mi puré!

Tuesday, December 26, 2006

15- "¡OLIVARES CON OJAL!"


Elpuré, A. Blandon y Tapete estaban ya al límite de su resistencia física y psíquica cuando llegaron a la aldea uglesia. Ese maldito enano al que todos se referían como Ksel no los dejaba un minuto en paz. Además, Tapete no podía dejar de pensar en la deliciosa Néstor: “¿Qué le habrán hecho estos pigmeos desgraciados? ¿Dónde la tienen? ¿Por qué no está en esta red con nosotros?”
Pero las preocupaciones de Tapete eran vanas, la intrépida Néstor no estaba en manos uglesias. En el momento del ataque se había dirigido a la baranda del barco en una de sus veloces excursiones al baño y pasó desapercibida para los uglesios, quienes buscaban sólo a tres enemigos (consideraban que Elpuré había muerto en la batalla anterior). En unos pocos segundos todos desaparecieron, y Néstor se encontró sola y aterrada. Ni siquiera cuando era cautiva de los esmorcios había sentido nuestra valiente amiga tal pavor. Ahora no sólo tenía que cuidar de ella misma, si no que el sino de Elpuré, A. y Tapete estaba en sus manos. Intentó llamar a Guiño Azul con una plegaria:

Aciago día en que te invoco,
Oh Guiño dame un poco
De tu inmensa sabiduría.
¿Cómo he de encontrar,
a mis temerarios amigos?
¿Podrías venir un instante,
a matar uglesios conmigo?

Pero nada sucedió. Néstor soltó algún insulto y comprendió que tendría que encontrar la forma de liberar a sus amigos por sí sola. Aún podía escuchar los cánticos de los uglesios y no tardó mucho en encontrarlos. Los siguió a una distancia prudente. Tuvo que contener un grito de espanto mientras Ksel los envenenaba con caramelos. Sufrió con los acordes vagos que llegaban a sus oídos. “¿Cómo pueden ser tan turros, loco? No le’ importa nada. Escrúpulos. Escrúpulos les faltan”. No obstante, contuvo su ira y llegó hasta las afueras de la aldea. Allí trepó a un alto árbol y observó. Una gran asamblea esperaba la llegada de los prisioneros. Cientos -tal vez miles- de uglesios rodearon a nuestros héroes. Ksel, de pie sobre el tronco de un árbol caído, chasqueó la lengua y esperó hasta que se hizo silencio. Luego con voz grave dijo: “alopa maet ron”. Es decir:

“Traigo ante vosotros, hermanos uglesios, la prueba de la traición de Fangal. Estos tres seres despreciables, y otro al que maté con un dardo atinado, son sus enviados. Consiguieron su objetivo principal, matar a nuestro gallardo y sabio jefe Adartsa, pero gracias a la valentía de vuestros hermanos, aquí presentes, evitamos que nos destruyan a todos. Yo os propongo entonces romper las cadenas que nos atan a Fangal, despiadado tirano, y dirigirnos a la playa, nuestro hábitat natural. Y para demostrar que podéis confiar en mí, ajusticiaré a estos tres prisioneros con mis propias manos”.

Obviamente, ninguno de nuestros cuatro amigos comprendió el significado de las tres palabras emitidas por Ksel, pero A., Tapete y Elpuré pudieron ver en las caras uglesias que nada bueno les esperaba. Néstor notó la agitación general, y comprendió que debía actuar con celeridad. Pero nada podría hacer en soledad contra la horda uglesia. Guiño Azul era la única esperanza. Pero, ¿dónde estaba el inútil? Intentó recordar la descripción que Elpuré había hecho de su encuentro con Guiño: “se bajó en el cielo… entrando… una voz…”. Cerró los ojos, tratando de visualizar esa situación. Pero lo único que vio en su meditación fue una puerta. El tiempo parecía haberse detenido. Al abrir la puerta, un espectáculo sobrecogedor: una fila interminable de cabinas telefónicas, todas vacías. “Pero esto es… ¿un locutorio?” pensó asombrada.
- “No, si va a ser una cancha de básquet”, le respondío, también por telepatía, un empleado flacucho en el que no había reparado antes.
- “Bueno, entonces creo que necesito una cabina” replicó Néstor, bastante desorientada.
- “Sí, pasá por la… 147”
- “Me estás cargando chabón, están toda’ vacías, la 147 queda lejísimos”
- “Ah, bueno, entonces… la 92”
Indignada, pero sin más ánimos de discutir, Néstor se dirigió a la 92. De pronto, cuando pasaba por al lado de la 76, el teléfono sonó.
- “¿Hola?”
- “¿Qué hacés Néstor? ¿Me estabas buscando?” dijo la voz de Guiño Azul por el auricular.
- “Si flaquito, ¿me estás cargando vo’? Hace tres horas que te estoy llamando. ¿Dónde coño estabas?”
- “Ah si, perdoname, estaba jugando a los dardos, soy buenísimo jugando a los dardos.”
- “¿Pero estás loco? ¿Estás loco? Nos estamos muriendo todos acá, tenés que hacer algo ya o se pudre todo. ¡Se pudre todo te digo!”
- “No puedo querida Néstor, me estoy yendo de viaje, tengo que salir inmediatamente.”
- “¡¿Qué?! ¡No te podés ir de viaje! ¡Nos morimos, te digo que nos morimos! ¿Cómo hago para salvarlos?”
- “Corrientes subalternas gestionan marsupiales grisáceos. ¡Olivares con ojal! ¡Acuarelas con punta!” exclamó Guiño Azul, y cortó.
Néstor despertó de su ensueño con estas últimas palabras sonando en su cabeza. Necesitaba encontrar su sentido. Y rápido: Ksel estaba ya apuntando un dardo envenenado hacia Tapete.

Monday, December 18, 2006

14 - KSEL
Jamás hubiera imaginado Ksel esa límpida mañana cómo se desarrollarían los acontecimientos aquel día. Se levantó con los primeros rayos de sol, como todos los días, volvió a tapar a su mujer con las hojas de palmera que hacían las veces de sábanas, y salió de la casilla. Prendió un fuego, y mientras calentaba el agua le dio de comer a la boa y se lavó los dientes. Al desayuno lo de siempre, unas cuantas tostadas con manteca y un argset bien caliente. Nunca le gustaron las zucaritas. (Ah, el argset es una infusión amarga, pero muy energizante). Luego salió indignado a cazar. “Otra vez llega tarde el diario y no puedo leer el chiste de Macanudo ¡Tryw tryw recd!”. Pero el correr de las horas le iba a traer más de una sorpresa. Primero la voz de alarma, intrusos en el río. Abandonó la caza y se puso a las órdenes del jefe Adartsa. A decir verdad, no le agradaba nada tener que obedecer a ese uglesio soberbio y corrupto, que sólo estaba en el poder gracias a una alianza oscura con Fangal. Pero Adartsa estaba bien protegido y desobedecerle implicaba la muerte. Lo que más irritaba a Ksel de su jefe era que los mantenía confinados en la selva, cuando los uglesios siempre habían vivido en la playa. Ksel confiaba en que algún día liberaría a su pueblo del yugo poderoso de Adartsa y Fangal, y los llevaría nuevamente al mar. Pero ese día llegó antes de lo pensado. Los intrusos eran más poderosos de lo que parecían, y a pesar de tomarlos por sorpresa, se defendieron ferozmente. Ya habían perecido varios compañeros cuando Ksel dio en el blanco, y el enemigo que los bañaba de proyectiles cayó al suelo. Pero sus filas estaban muy maltrechas como para dar el golpe final a los extraños. El recuento de víctimas trajo datos inesperados para Ksel. Su padre y Adartsa estaban muertos. Aguantó el dolor producido por la pérdida de su progenitor y, aprovechando la popularidad conferida por el tiro certero al extraño, tomó el mando del acéfalo ejército. La lluvia de la tarde fue el signo que estaba esperando para atacar. Los dioses estaban de su lado. Tras un breve intercambio de proyectiles, la oscuridad de la noche les brindó el abrigo que necesitaban. El plan de abordaje fue un éxito total: los intrusos eran ahora sus prisioneros. No pudo evitar, mirando esas tres figuras impotentes, atadas de pies y manos, lo oportuna que había sido su llegada. Adartsa muerto, el camino libre para su acceso al poder. Pero Fangal se enteraría pronto, y enviaría algún emisario para tomarle juramento de lealtad. Debía actuar con celeridad. Más nada lo privaría del placer de ajusticiar a los tres compañeros del asesino de su padre. Pero no ahora, éste no era el momento. No, los mataría frente a toda la tribu, para reafirmar su poder, y unir a todos bajo su mando. Él guiaría a su pueblo hacia la playa prometida. Ya se figuraba los médanos blancos, las olas turquesa, y las caipirinhas del atardecer. Mientras tanto, se conformaba martirizando a los prisioneros con algunas de las sádicas torturas uglesias: forzándolos a comer caramelos Media Hora (sabor anís, o peor), cantándoles cinco temas seguidos de Babasónicos, o actualizándoles los últimos chismes de Dardeando por un Sueño. “Morirán lentamente”, pensó mientras pelaba otro Media Hora.

Este es Ksel soñando con ir a la playa en Las Toninas.